A veces las cosas que en esta vida realizamos como juegos, se tornan de pronto en horribles pesadillas. En la juventud, estamos muy propensos a realizar actividades que van en contra de todo, corremos riesgos, acometemos peligrosas aventuras y estamos en contra de lo establecido. Es así como, sin saberlo, nos vemos de improviso frente lo desconocido e increíble. Esta es una narración que seguramente quedará impregnada en su recuerdo, no solo por lo interesante del fenómeno, sino por las terribles horas que paso el protagonista de este caso.
Berta, Rosa, Noemí y Elisa eran cuatro alegres compañeras y estudiantes en el Instituto Belén. En palabras nuestras eran ¨ Uña y Carne ¨, y por lo general siempre estaban juntas. Para aquel entonces corría el año de 1939, es una época ya lejana para nosotros, sin embargo para Berta está allí, cerca, y quizá tiene la sensación de que no ha pasado mucho tiempo.
                                               En oportunidad de que el ciclo académico                                                terminaba, y ante la nostalgia de                                                la separación las cuatro                                                muchachas, jugando no cabe duda,                                                realizaron un pacto, este compromiso                                                era el siguiente: ¨ Cuando muera                                                una de nosotras vendrá por                                                el resto ¨… Para darle un                                                sentido de seriedad, se dirigieron                                                a una iglesia, no sin antes pasar                                                comprando una candela. Ya en el                                                interior de aquel templo, una a                                                una fue poniéndola al pié                                                de la imagen de un incógnito                                                santo. Juntas rezaron y reafirmaron                                                la promesa de nunca separarse, y,                                                si alguna pasaba al mundo del más                                                allá vendría por la                                                siguiente en edad; luego, esta haría                                                lo mismo con la tercera, para que,                                                al término de la secuencia,                                                todas estuvieran de nuevo juntas.                                                
                                               Las risas sellaron todo el extraño9                                                ritual y para finalizarlo lo festejaron                                                con una pequeña refacción.
                                               Las maestras pronto se incorporaron                                                a su sagrado llamamiento. Casi partieron                                                en dirección de los cuatro                                                puntos cardinales. Fueron viniendo                                                los propósitos y obligaciones                                                de la vida. Conocieron a buenos                                                jóvenes y se casaron. Los                                                hijos pronto alegraron sus hogares;                                                las penas y alegrías brotaron                                                en sus vidas. Aunque lejos, cada                                                una, en el fondo de su corazón,                                                llevaba el recuerdo de los años                                                de escuela y por sobre todo, de                                                sus inolvidables momentos en compañía                                                de sus alegres gemelas ¨. 
                                               Todo caminó perfectamente                                                hasta el año 1968. en Febrero                                                de este año, a tres de ellas                                                les llegó una esquela. Elisa,                                                la más grande, había                                                muerto. En ocasión de la                                                visita de la familia, se enteraron                                                que el motivo era una vieja dolencia                                                en el hígado. Estando allí                                                todas juntas, el recuerdo de aquel                                                lejano acto chistoso tenía                                                ahora un significado extraño.                                                Según parece les fue muy                                                difícil entablar plática                                                sobre aquel viejo asunto. Lo comentaron                                                y concluyeron en que de alguna manera                                                debería haber pasado así.                                                ¨ Nosotros Eternas ¨, dijeron,                                                y pronto, despidiéndose,                                                se alejaron a sus respectivos hogares.
                                               Berta, la más pequeña                                                era la que menos se preocupaba del                                                asunto. Cierto día del mes                                                de agosto del mismo año,                                                un telegrama suscitó en ella                                                un terrible pánico. ¡Noemí                                                había muerto! Fue en un accidente                                                de tránsito. El miedo se                                                apoderó de ella y como autómata                                                se dirigió a casa de la excompañera                                                de estudios. Con mucho nerviosismo                                                espero la llegada de Rosa, pero                                                aquella no asistió ni al                                                velorio, ni al entierro. Indagaba                                                la familia, dijo no saber donde                                                vivía, ya que Rosa meses                                                atrás había salido                                                fuera del país.
                                               Llegó el mes de Diciembre,                                                y Berta pasaba verdaderas horas                                                de angustia cuando recordaba aquel                                                suceso. Como una sorpresa muy grande,                                                el 24 de ese mes, se presentó                                                a su casa Rosa. Aquella nada sabía                                                de la muerte de Noemy y Berta tampoco                                                se lo quiso decir.
                                               Con buen tino, Berta únicamente                                                le insinuó la idea de la                                                posible muerte de Noemy. La compañera                                                se rió y dijo: ¨ No pasaría                                                de ser una coincidencia. Si yo muriera                                                en los próximos seis meses                                                entonces sí, apénate                                                negra ¨. Fue allí en                                                donde Berta no aguanto la intranquilidad,                                                le dijo la verdad. Aquella noche,                                                con su alegría, regalos,                                                fiestas y demás cosas, hizo                                                olvidar a cada una todo cuanto era                                                tristeza.
                                               El tiempo fue pasando y el terrible                                                pacto estaba presente siempre en                                                Berta. Cada vez que tocaban a la                                                puerta, ella pensaba en el fatídico                                                aviso. Era mucho pero sí                                                sucedía de noche. Al llegar                                                a su casa, siempre preguntaba si                                                el correo había llegado.                                                Nada pasaba, pero el estado de esta                                                mujer iba desmejorando.
                                               En la mañana del 18 de Mayo                                                de 1969, lo que Berta temí                                                llegó. ¡Rosa ha muerto!.                                                La crisis fue grande, al extremo                                                que no asistió al sepelio                                                de su compañera. En un año,                                                el grupo estaba disuelto; era increíble,                                                no podía ser casualidad.                                                Repuesta un poco de la impresión                                                con la esperanza de romper el hechizo,                                                Berta corrió a la iglesia.                                                Compró una candela y la puso                                                a los pies de aquel santo legendario.                                                Al compás de oraciones diversas                                                y ruegos murmurados, Berta esperó                                                que la candela se consumiera. Cuando                                                ya casi no quedaba nada de ella,                                                la apagó, segura de que,                                                al llevarla consigo, nada malo sucedería.                                                Llegó a su casa, y esa noche                                                casi no pudo conciliar el sueño;                                                sin embargo, algo le decía                                                que ella no sería molestada                                                por sus compañeras. Al día                                                siguiente en forma extraña,                                                recibió una carta cerrada.                                                Al abrirla quedó petrificada.                                                Dentro estaba una mecha de candela                                                y un papel que decía escuetamente:                                                ¡No te apures!.
                                               Estamos en Abril del 72 y nada ha                                                ocurrido. Berta sabe positivamente                                                que algún día se reunirá                                                con sus tres compañeras de                                                escuela. Espera el momento sin apuro                                                ni miedo. Cuanta su historia con                                                naturalidad; sin embargo, ella está                                                segura que las muertes no fueron                                                obras del azar. Está segura                                                de que el pacto fue efectivo y por                                                alguna razón ella fue perdonada.
                                               ¿Fue una coincidencia? Nadie                                                podrá afirmarlo. ¿Fue                                                sugestión colectiva? Tal                                                vez. ¿La mano de una muerta                                                robó la vida de sus compañeras?                                                Es mejor no pensarlo. Lo cierto                                                de todo es que fue verídico.                                                Talvez, cuando Berta se reúna                                                con ellas, sabrá la verdad                                                de todo; lo malo es que quizás                                                no podrá decirlo para que                                                nosotros nos quedemos con duda.
 
															