Fue tan solo una idea, pero, como siempre en estas cosas, estalló como bomba entre todos. Fue tan grande la sugestión, que dos de los trabajadores renunciaron al trabajo, diciendo ser víctimas de los espíritus del más allá. Así todo por fin se terminó aquella casa. Era muy bonita y nada parecía indicar que los espectros rondaron aquel lugar.
Un buen día, los dueños se trasladaron a la vivienda. La gente, como es nuestra costumbre, ya había inventado miles de historias de las más lúgubres que pudieran haberse contado. Decían que por las noches golpeaban puertas, salían gritos y tiraban piedras desde adentro. Una viejecilla contaba que, en aquel lugar, habían matado a un hombre y que esa era la razón de tanto escándalo. Otros contaban que una bruja hacía sus hechizos en ese lugar, pero cuando llegó la construcción ya no lo pudo hacer, entonces dejo encantado el sitio.
Los habitantes de la casa no le daban créditos a las habladurías y sin miedo alguno comenzaron a vivir tranquilos.
Era el mes de marzo y el calor resultaba en aquellos tiempos tan insoportables como ahora. Por esta razón, Margarita, la única hija de aquel matrimonio joven, dejaban las ventanas del patio abiertas. Cierta noche como a eso de las once , la ventana que era corrediza, se cerró sola inexplicablemente. Como todos estaban durmiendo, la única prueba de ello lo constituyó el tremendo ruido. Después de este incidente quedó tranquilo. Margarita se levantó y cerró la ventana, pero con el pestillo. Pensando estaba en el calor que pasaría, cuando de pronto la dichosa ventana se abrió ruidosamente. La muchacha salió casi corriendo del cuarto y habló a sus padres. Todos juntos fueron a investigar, pero nada ocurrió.
Se hizo la mañana y sin las sombras de la noche, todo pareció un sueño así lo acordaron y la tranquilidad llegó a la casa. Según lo relatan, todas las noches sucedía algo raro. Los muebles amanecían cambiados de lugar, igualmente los utensilios de cocina. La ropa aparecía hecha nudos, los chorros del agua de repente se abrían solos. Aquello era un calvario, pero el orgullo de no dejarse vencer, dominaba a la familia Juárez.
Pasó mucho tiempo y seguramente ya cansados, decidieron cambiarse de domicilio. La gente de lo alrededores murmuraba, pero realmente nada sabían. La casa se puso en alquiler y por ella desfilaron muchas familias. Se cambiaban pronto, y de allí surgió una verdadera leyenda de tal casa. Por mucho tiempo quedó abandonada. El vecindario fue cambiando poco a poco. Las personas tenían noticias de lo que ocurrió, por boca de sus amigos. Cierto día llegó un señor, de nombre Ignacio. Quería alquilar la casa y era un incrédulo en lo relacionado con espantos, estaba de ganga, no pensó dos veces, y se mudo a aquel lugar. La gente de por allí esperaba con impaciencia. Dos meses después, y sin dar explicaciones, aquel hombre testarudo salió. Dicen que al preguntarle no respondió nada. La casa sigue abandonada y casi hecha escombros y como mudo testigo esta la 10 avenida “A” de la zona 1 , en la ciudad capital de Guatemala.