Muchas de las desgracias y experiencias no deseadas que sufrimos los seres humanos tienen una causa que en el transcurso de la historia y generalmente pesa sobre aquellos que han actuado y actúan como los dueños del conocimiento.
Esa atribución, el saber supremo, no está alejada de la realidad, pero que si no se tiene conciencia de ello termina en abusos, crimen, violaciones pero también trae consigo la supremacía de la justicia.
Los anillos de poder han ejercido toda clase de oficios para mantener a la humanidad sumida en la ignorancia, bajo el supuesto de que así se le puede gobernar mejor y prevenir conflictos sociales de mayor envergadura.
Si no ahí están la primera y segunda guerra mundial, las que las antecedieron, decenas de ellas y las que han proliferado desde 1948 hasta la fecha.
El fracaso solo es la evidencia de que manteniendo el temor entre los seres humanos se mantiene el dominio sobre las voluntades soberanas.
En ese contexto, decenas de mujeres y hombres cuyo conocimiento estaba destinado a esclarecer la realidad humana fueron perseguidos, acusados, encerrados, unos e incinerados otros.
Por qué este palabrerío dirá usted, pues bien, para poner sobre el tapete la noticia publicada el 5 de diciembre 2006, en la que se afirma que la iglesia habría acusado a Galileo Galilei con documentos falsos.
El matemático y astrónomo fue condenado por la inquisición en 1633 por sostener que la Tierra giraba alrededor del Sol.
El historiador Antonio Beltrán Mari, hace la afirmación de que los documentos que se utilizaron para montar la acusación de hereje contra el sabio Galilei, en 1604, habrían sido adulterados.
Los datos están contenidos en el recién publicado libro de Beltrán Mari con el título “Talento y Poder”, presentado en Barcelona, España.
Afirma que en un principio las relaciones entre “el talento de Galileo y “el poder” de la iglesia eran “buenas”, pero que se torció con sus tesis del movimiento alrededor del sol, que echaban por tierra”el orden cosmológico y Teocéntrico”.
Y por si en el estudio no se lo contaron, Galileo era profundamente creyente y no veía incompatible religión y ciencia, pero la iglesia prohibió sus teorías cuando el tiempo de la contrarreforma religiosa.
El sabio fue vendido por su discípulo Silvestro Pagnoni que el 21 de abril se presentó ante el tribunal del Santo oficio para denunciarlo y lo acusó de no haber ido a misa “en 18 meses” y de hacer horóscopos. A raíz de ello, los interrogatorios y juicios al matemático se prolongaron hasta 1633 cuando fue condenado de por vida por la inquisición
Agrega Beltrán que luego de la denuncia de 1604, que finalmente no prosperó, Galileo publicó sus teorías en 1610, estas fueron denunciadas y perseguidas por Pablo V.
El sucesor de Pablo V, Urbano VIII fue más condescendiente y le permitió escribir con ciertas condiciones y Galileo vio la ocasión de conocer y difundir más de los problemas teóricos pero esa decisión le costó la condena a prisión perpetua.
Urbano prohibió las teorías de Galileo por intermedio de unos teólogos, afirma Beltrán, que no sabían nada de astronomía pero que atestiguaron que contradecía las sagradas escrituras.
El pobre Galileo tuvo que soportar la censura en otras palabras como se le llama hoy, la restricción de la libertad de expresión. Lo cierto es que como a la iglesia de aquel tiempo no le convenía que la tierra girase alrededor del sol, puso de nuevo en marcha la información de que el sol seguía girando alrededor de la tierra, con lo cual creyó que todos seguirían tragándose el cuento. ¡La tierra era el centro del universo! Lástima que en aquel entonces no estaba de moda buscar planetas extra solares, escuchar por intermedio del SETI posibles menajes de nuestros hermanos galácticos o mucho menos gasta miles de millones de lingotes de oro en mandar sondas para buscar agua en Marte. Para la iglesia Galileo era un charlatán, un mentiroso... ¡Haaaaa, como cambian las cosas o como se revierten! Hoy solo nos queda que un alienígena entre en medio de una misa y le enseñe la lengua al padre que la oficia.
Carlos Ramírez Ortiz