Al día siguiente el féretro tomó el rumbo ya previsto, el cementerio aguardaba para acoger por última vez ese cuerpo ya sin vida. Lili no pudo ir con él, únicamente lo hizo su hermano y su padre. El regreso fue lleno de silencio, aún cansados y tristes dispusieron acostarse temprano. La casa donde residían era de construcción vieja y la compartían varios inquilinos más. A las nueve de la noche todos dormían profundamente y al parecer también así lo hacían las demás personas de la gran casa.
De pronto los dos hermanos, quienes dormían en la misma habitación, escucharon que alguien estornudaba. En vano esperaron que cesara el sonido, muy al contrario se hicieron cada vez más frecuentes llegando a contar alrededor de unos doscientos. Les pareció muy extraño, pero ni por un momento sintieron miedo alguno. tratando de conciliar el sueño, le dieron poca importancia al asunto. No cabe duda alguna algo trataba de llamarles su atención. El sueño casi los dominaba cuando levemente principió a escucharse un ruido extraño. Poco a poco la intensidad del ruido subió de tono, como si alguien arrastrara cadenas. Por asombroso que parezca Lili, no sentía miedo. El padre que vivía en la habitación continua, no escuchaba nada, ya que no preguntaba por los muchachos que para ese momento tenían la luz encendida. El ruido continuaba, ambos escuchaban claramente los escalones correr por el piso. De pronto y bruscamente el extraño ruido cesó tal y como lo habían hecho los estornudos. Ambos se mantuvieron esperando pero no sucedió nada. El sueño era demasiado y pronto sus ojos se cerraron nuevamente. En un instante nada más, algo los sobresalto. De nuevo el sonido del más allá si difundió por la casa. Era como si hubieran tirado repentinamente cientos de sacos de arena. Los golpes sordos y pesados eran claros. Ellos aún tratando de encontrarle una explicación pensaron que algún vecino producía estos golpes. El miedo comenzó a ser presa de ellos. Los golpes continuaban y progresivamente fueron desapareciendo. Ahora ya no podían conciliar el sueño. Sus oídos están prestos a cualquier cosa anormal. El silencio se hizo terrible, nada interrumpía ahora la quietud de la casa. Los minutos pasaban y Liliana esperaba que algo pasara.
Cuando pensaron que todo se había clamado, un ruido espantoso se escuchó en la habitación; era como si hubiera tirado un estante lleno de copas. El sonido de los cristales rotos era clarísimo. Con un ánimo fuerte y desprovista de temor, Liliana abrió la puerta de su habitación. Mantenía la esperanza de que alguien había botado una pequeña platera que se encontraba en el corredor.
Afuera reinaba una oscuridad sepulcral y a la luz que se colaba por la puerta abierta, la muchacha pudo ver que el mueble estaba intacto. El pánico se apoderó de ella y corrió hacia dentro. Su padre también escucho el ruido infernal y salía en ese momento para cerciorarse de lo que pasaba.
Nadie hasta ahora se explica que pudo haber pasado en aquel lugar . por más razonamientos que se han formulado, todos suscitan dudas y no son convincentes. Este caso es aún muy recordado y en más de alguna ocasión han pensado que su madre quizás hubiera enviado un mensaje desde el más allá.
Parece ser así, ya que al padre de Lili aún le ocurren cosas extrañas, desde ese entonces. Cuenta ella que su papá en ocasiones le golpean sobre un radio que él tiene en su mesa de noche. Por increíble que parezca se lo encienden y lo apagan, sin intervención de mano alguna. A veces le abre la puerta, ¡nadie ha puesto la mano en el pasador! Son cosas insólitas y misteriosas, sin embargo el pasado de Lili prácticamente se ha acostumbrado a ellas. Ahora las ve con naturalidad y no les presta atención alguna.