El vuelo MH370 de Malaysia Airlines conservará la etiqueta de mayor misterio de la aviación. La operación de búsqueda más cara, compleja y ambiciosa de la historia se ha suspendido este martes sin haber encontrado el aparato en el lecho marino del Índico. La decisión condena a la desesperanza a los familiares de las 239 personas casi tres años después de que se desvanecieran.
El comunicado conjunto de los tres países involucrados en la búsqueda (Malasia,(2017) China y Australia) lamenta que “la mejor ciencia disponible, la tecnología más puntera y los más cualificados profesionales del mundo” hayan sido inútiles. También honra la memoria de los desaparecidos, reconoce la pérdida de sus familiares y mantiene “la esperanza de que haya nueva información en el futuro y el avión sea localizado”. Esa posibilidad es exigua ahora, reducida a un golpe de suerte de los buscadores privados. “No hemos decidido suspender la búsqueda bajo el agua a la ligera ni sin pesar”, añade el comunicado.
120.000 KILÓMETROS PEINADOS
Los equipos peino 120.000 kilómetros cuadrados en el sur del Océano Índico en una operación sin precedentes. La misión de encontrar un avión en las profundidades marinas se antojaba complicada desde el principio. No consistía en encontrar una aguja en el pajar, se aclaró en un principio, sino en encontrar el pajar. Algunos investigadores recomendaron el mes pasado ampliar la búsqueda hacia el norte pero Australia aludió a la falta de evidencias. La negativa demuestra la falta de confianza en los cálculos y que los investigadores siguen tan perdidos como al principio.
La moral y el dinero hace tiempo que languidecían. La operación ha costado 145 millones de dólares a Australia (país presuntamente más cercano al accidente), Malasia (propietario de la nave) y China (de donde provenía el grueso del pasaje). Malasia ya advirtió que quizá el misterio nunca se resolvería y Australia aclaró que la búsqueda no duraría eternamente. La tecnología actual sólo permite un rastreo muy lento y costoso del lecho marino. Serán necesarias décadas para que la ciencia aporte un método que facilite el hallazgo del avión. La desaparición de un avión del tamaño de seis autobuses enfrentó ya en el siglo XXI a una incómoda realidad cuando la tecnología permite un seguimiento milimétrico de todos nosotros.
SOLO TRES PEDAZOS LOCALIZADOS
Sólo tres pedazos confirmados del avión se han encontrado hasta ahora, arrastrados miles de kilómetros por la corriente hasta las costas de las Islas Mauricio, la isla Reunión y Tanzania. Existe otra treintena de piezas que también podrían pertenecer al aparato malasio y que se están investigando.
La retirada ha conmocionado a los familiares. Continuar la búsqueda es, según el grupo Voice 370, un deber forzoso en interés de la seguridad de la aviación civil. “No se debería permitir que un avión comercial desapareciese sin dejar rastro. Parar en este momento es irresponsable”, continúa.
El mensaje de texto que ha recibido esta mañana Gao Yongfu ha arruinado el octavo cumpleaños de su hija. “Han buscado durante tres años y no han encontrado nada, apenas unos trozos en las costas africanas. Con eso no basta para saber qué pasó. Tienen que continuar”, señala por teléfono Gao, ejecutiva farmacéutica. Su marido era uno de los 153 pasajeros chinos. Desconfía de la versión oficial y pide que se explique “la verdad”. Entre los familiares abundan los recelos a las autoridades, la voluntad indesmayable y una esperanza irracional. “No me rendiré, seguiré buscando toda la vida. Y cuando me muera, antes de cerrar los ojos, le pediré a mi hija que siga buscando a su padre”, continúa.
Jiang Hui, de 44 años, ejemplifica esa fortaleza. Se ha manifestado ante embajadas, peinado playas de Madagascar y visitado a los equipos de búsqueda en Australia. Por teléfono se describe indefenso, decepcionado y enojado. A los familiares les irrita que la búsqueda se haya detenido por el coste. Rastrear esos nuevos 25.000 kilómetros más al norte costaría 30 millones de dólares, calculan los expertos. “Crearemos un fondo y pediremos contribuciones a todos los Gobiernos con nacionales en el avión, a las aerolíneas malasias y a Boeing. Seguiremos trabajando duro”, promete.
Ocurrió el 8 de marzo de 2013: el copiloto del vuelo MH370 que acababa de despegar de Kuala Lumpur hacia Pekín se despidió de los controladores malasios con un rutinario “de acuerdo, buenas noches”. La torre de control vietnamita ya no recibió la confirmación de que entraba en su espacio aéreo. Alguien desde la cabina desconectó minutos después los dos mecanismos de comunicación civiles y la red de radares mostró que la nave había virado hacia los confines del Océano Índico. Allí cayó unas diez horas después con el combustible agotado.
Las certezas oficiales acaban ahí. Se desconoce dónde está el avión o qué le llevó a convertirse en una versión moderna del barco del holandés errante. Las teorías apuntan a un secuestro, al suicidio del piloto, al sabotaje o a un fallo mecánico como un incendio o una rápida descompresión.