EL ESPECTRO MORTAL
EL ESPECTRO MORTAL

Enviado por: Francisco Paredes – Zona 5

Cierto día del mes de julio, llegaron al estacionamiento de taxis del parque de la ciudad de Xela unos señores solicitando un servicio a Génova. Juan ¨El Sapo¨, como buen negociante, gano el viaje y dispuso lo necesario para ello.

Enviado por: Francisco Paredes – Zona 5

Cierto día del mes de julio, llegaron al estacionamiento de taxis del parque de la ciudad de Xela unos señores solicitando un servicio a Génova. Juan ¨El Sapo¨, como buen negociante, gano el viaje y dispuso lo necesario para ello.

Resulta que a la familia Illescas le había sido comunicado la muerte de un familiar de esta familia. El tiempo era demasiado malo y dispusieron salir muy temprano. Sin embargo, a saber por qué causas, el viaje se atraso y el medio día cayó de sorpresa sobre sus cabezas.

A través del trayecto, los ocupantes del vehículo, le contaron a Juan lo que había sucedido. El día anterior, en la población de Génova, víctimas de fuertes fiebres, había muerto Luis, el hermano mediano de la familia. Como es costumbre ese día lo velarían. Aquel camino se lleno pronto de polvo y los planes para la llegada era el tema central de la conversación. Juan ¨El Sapo¨ únicamente se limitaba a escuchar, y de vez en cuando, sonreía o exhalaba un suspiro.

Faltando quizás una tercera parte del camino, la suerte pareció adversa a nuestro amigo taxista. Un neumático infortunadamente pincho y con algo de pena Juan bajó a los pasajeros y se dispuso controlar la avería. Como el sol estaba picante, los ocupantes del carro decidieron ir hacia donde estaba un frondoso árbol y esperar.

Juan, muy preocupado y protestando , sacó la llanta de repuesto. El camino era de tierra floja y por esta razón el ¨tricket¨ no agarraba bien. Con mucho esfuerzo el piloto logro subir el coche, pero cuando cambiaba la llanta noto que el freno de mano o la velocidad no habían sido bien puestos. El carro se estaba moviendo rápidamente hacía adelante. Por orgullo o por negligencia, Juan no quiso molestar a los pasajeros; sin embargo; el coche continuaba moviendose.

De pronto y sin saber de dónde, un joven algo corpulento le tocó el hombro. Juan se asusto pero rápidamente vió en él salvación. Aquel muchacho le ayudo grandemente, ya que mientras Juan contenía el taxi, el joven cambiaba la llanta. Cuando todo estuvo terminado, Juan le preguntó que de donde venía y si no iba con ellos, que aunque apretados cabrían muy bien. El muchacho no dijo nada y pecando de ser un mal educado, se alejó sin decir palabra alguna. Juan ¨El Sapo¨ no hizo nada, pero sí le pareció muy extraño. Preocupado por la tardanza, camino hacia donde estaban los pasajeros y les invitó a continuar el camino.

Al llegar al pueblo, todos bajaron del auto y Juan quedo esperando el pago correspondiente; sin embargo, la espera se hacía cada vez más larga. Al cabo del tiempo, el taxista se dispuso a bajar a reclamar su salario. Entró a la casa y vió cuanta desolación había en ella. Comprendió entonces que lo más probable era que se hubieran olvidado involuntariamente de él. Busco al responsable del viaje y le pidió su dinero. Con prisa, y pidiendo disculpas, la hermana mayor dió a Juan lo que habían convenido. Como ya era tarde y no tenia nada en el estomago, Juan fue invitado a comer algo. Fue así como se quedo sentado frente al ataúd. Le fueron servidos dos platillos y un vaso de agua con limón y el taxista quedó satisfecho. Todo era un alboroto realmente y a Juan no le recogían los platos, por lo que él se levanto y los colocó en la máquina de coser que había cerca de la caja. Sin saber porque, le entró la curiosidad. Media tapa del ataúd (la superior) estaba abierta. Se acerco para ver el rostro del muerto y, cuando así lo hizo, quedó petrificado del terror. Aquel joven era el mismo que le había ayudado en el camino.

Sintió nauseas y fríos internos. Se fue a sentar y, cuando paso alguien, le dijo que se sentía mal.

Poco después contó lo sucedido y gracias a un vecino, fue llevado de vuelta a Quetzaltenango. En su casa fue recibido con muy alta fiebre y al día siguiente ya no pudo levantarse.

Ocho días estuvo enfermo, en el hospital nada pudieron hacer con él. Un día sábado, por la tarde, dejó de existir Juan ¨El Sapo¨.

La familia de Luis visitó varias veces a la de Juan; sin embargo, nada podría hacer. Algunos comentaron que Luis mató a Juan, otros dicen que quizás el muerto deseaba algo y Juan ¨El Sapo¨ no le quiso dar nada. Quien sabe que paso, pero lo cierto del asunto es que un muerto fue visto después de haber pasado al otro mundo. Dice que lo que le pasaba a Juan era que le dio la mano. Parece ser que en sus delirios decía que hubiera sido mejor no dársela.¡Qué horrible pesadilla el saber que había conversado con un muerto!.

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