Lic. Eduardo Mendoza P
Siglo 30.
Quizá no fue de los astronautas que cambiaron su vida radicalmente o se dedicaron a cosas más prosaicas que haber ido a la Luna, pero su conducta fue más que curiosa, misteriosa en relación a su vida pública. Siendo todo un ícono de la historia de la humanidad, se recluyo en sus trabajos ejecutivos en empresas y la misma NASA, además como profesor universitario. Fue reacio con los medios de comunicación a los cuales en raras oportunidades les concedió entrevistas y vivió siempre alejado de la mundanal sociedad de esta tierra. Muchos como su biógrafo lo atribuyen a su carácter frío el cual se vio reflejado hasta en su relación con los demás astronautas, llegando al extremo que con Aldrin y Collins, sus compañeros de viaje de la misión Apolo XI, hablaba poco y siempre sobre detalles exclusivos en le área técnica.
Realmente es fascinante lo que paso en la vida de los hombres del espacio y particularmente los que fueron a la Luna. Quizá esta serie de artículos como uno anterior publicado en esta página sobre las raras conductas que sobrevinieron al proyecto Apolo, se deba a una coincidencia, de esas que suelo presentar como maravillas inexplicables del destino.
Resulta que todos los años se efectúa la llamada Feria del Libro del Centro Histórico de la Capital de Guatemala y como coincidencia y para finalizar con un par de fotografías para el documento “Los 20 Lugares donde ocurren Fenómenos Paranormales en la Ciudad” , fotos sobre la Hemeroteca Nacional, di de frente con la de este año 2014. Casi no visito esa feria debido a que con los viajes que realizo tengo la oportunidad de visitar grandes centros de distribución de libros como lo son la Corrientes en Buenos Aires, el DF en México o Santiago de Chile, donde con criterio muy selectivo voy obteniendo volúmenes que son novedades o de archivo. Pero esta vez me dio curiosidad y aprovechando la cercanía me pude pasear por los stand, la mayoría de libros son generalmente viejos y usados. Por esas casualidades tan oportunas mi vista se poso en la carátula de un libro cuyo titulo había tratado de adquirir hacia ya una buen tiempo. Su portada: “Lunáticos” y su subtítulo: “Que fue de los hombres que pisaron la Luna”, ni más ni menos que todos los entresijos, secretos de sus vidas e historia poco conocida luego de una época gloriosa que más tarde se convirtió en olvido, descrédito, burla, letargo, inadaptación y hasta una alta tasa de familias disgregadas.
Iniciemos con Neil Armstrong, el primer ser humano que puso un pie en un mundo fuera del planeta tierra.
Neil, el hombre que venció la muerte.
La primera cita con la muerte tiene lugar en marzo de 1966, durante la misión Geminis en el ensayo del primer acoplamiento en órbita de una nave tripulada, una maniobra tan compleja que ni siquiera los rusos habían conseguido realizarla. La idea era que Armstrong y su compañero David Scott acoplaran la nave Gemini al cohete Agena. Las cosas van más o menos bien, la nave se acopla al cohete, pero cuando se separan empiezan los problemas. De pronto, la nave Gemini empieza a girar sobre sí misma dando una vuelta de 360 grados cada segundo. Los giros son tan rápidos que ambos astronautas corren el riesgo de desmayarse o de chocar contra el cohete y parece imposible que el piloto Armstrong se haga con el control de la nave. La visión se le nubla y tiene fundidos a gris.
Durante largos segundos, Houston pierde la conexión con ambos astronautas y hay quien teme estar ante las primeras bajas estadounidenses de la carrera espacial. Un instante después, los controladores escuchan la voz de Armstrong por los altavoces. Con clama sorprendentemente fría, según dijo después del director de vuelo, el astronauta explica que ha recobrado el control de la nave. Durante un instante de lucidez, y a la vista de que los propulsores de Gemini se habían atascado, Armstrong había usado el juego de motores auxiliares pensados para la reentrada en la Tierra, y había salvado la situación.
La segunda cita con la muerte tiene lugar pocos meses antes del lanzamiento del Apolo 11. El 6 de mayo de 1968, Neil Armstrong participa en una serie de vuelos del modulo lunar de entrenamiento, un amasijo de hierros que vuela a duras penas y que los astronautas han bautizado como el llamado “Somier”.
La idea es probar en un prototipo las maniobras que luego tendrán que hacer con el módulo lunar. Mientras se eleva con el módulo en un campo cerca de Houston, el aparato se pone a ascender, se ladea y empieza a propulsarse fuera de control. Un segundo y medio antes de que el aparato se estrelle contra el suelo y estalle en llamas, Neil Armstrong activa el botón de eyección y sale propulsado del vehículo mientras se despliega un paracaídas.
El primer hombre en la luna está a apenas un segundo de perderse la aventura y morir en el intento, pero su destreza y sangre fría le vuelven a poner a salvo.
La tercera y última gran prueba la gana Armstrong el día más importante de su vida. El 20 de julio de 1969, después de tres días de viaje desde la Tierra, él y su compañero Buzz Aldrin se disponen a aterrizar sobre la superficie lunar a bordo del vehículo "Eagle". La maniobra entraña un indudable riesgo para sus vidas, hay un plan para comunicar su muerte a la nación y el presidente Nixon tiene preparado un discurso alternativo por si fracasan.
A diez minutos del alunizaje y a 15.000 metros sobre la superficie lunar, una luz naranja empieza a brillar en la pantalla del ordenador. La palabra PROG aparece sobre impresionada y el dispositivo anuncia que se trata del error 1202. Nadie sabe de qué se trata y nunca ha ocurrido nada parecido en las simulaciones. "Dadnos una lectura para la alarma 1202", reclama Armstrong con la mayor frialdad. El control de Houston supone que el ordenador está acumulando demasiadas tareas y decide seguir adelante con la misión.
Unos instantes después, descubren cuál es el problema del programa. Los radares del módulo corrigen súbitamente su posición y muestran que han estado volando a más velocidad de la programada y se han saltado el lugar de alunizaje “El ordenador los esta llevando a la boca de un gran cráter”… con un montón de rocas y una zona completamente insegura. Houston se plantea abortar la misión, pero siguen adelante. Armstrong activa un programa de control semiautomático, toma el control de la nave y la coloca prácticamente en vertical para buscar un lugar adecuado para aterrizar. Quedan noventa segundos de combustible y cuando el contador llegue a veinte el módulo les enviará automáticamente hacia arriba para salvarles con lo que queda. Cuando en tierra cantan 30 segundos, Buzz Aldrin observa la luz de contacto. Unos segundos después, justo al límite del tiempo de combustible, Armstrong logra posar el Eagle en lugar seguro.
"Houston, aquí base Tranquilidad. El Eagle ha alunizado". (Lainformación.com)
Esta última parte la pude vivir personalmente en la sala de transmisores del Canal 3, donde me desempeñaba para ese tiempo como técnico y Jefe de Operaciones. Fue un momento que jamás se me olvidará. Todo por que junto a otros compañeros había intervenido en la instalación de la primera red de microondas del país, la cual trajo la señal desde la frontera de México apara los Juegos Olímpicos de 1968. Lo recuerdo muy bien estando en la sala del Cerro Alux. La imagen era algo verdosa y en Guatemala no habían muchos televisores a color ya que el transmisor RCA no estaba diseñado para trasmitir ese ancho de banda.. Fue un privilegio el ver aquello, una señal que venia de unos 400 mil kilómetros de distancia. Allí estaba Neil pisando la luna con el pié izquierdo, pero eso no significo mala suerte, al contrario vinieron once hombres mas que lo hicieron. Esa noche en Guatemala me fui a la cama no sin antes ver hacia arriba y observar la luna con mis ojos incrédulos sorprendidos, deseando que fueran dos potentes telescopios para cerciorarme y maravillarme que allí dos seres humanos estaban caminando sobre esa superficie gris.