EL VIAJE
EL VIAJE

La redacción

El año de 1969 corría presuroso a su fin, era el mes de octubre. La señora Amalia de Flores se preparaba nerviosamente para unas vacaciones en Europa. Era la primera vez que saldría hacia aquel continente, donde esperaba encontrar muchas sorpresas. El tan ansiado viaje estaba programado para diciembre y constituía un descanso para las labores de dos años al frente del negocio de su esposo. No recuerda el día exacto, pero, una noche de ese mes, la Sra. De Flores entró en su dormitorio muy cansada. El agotamiento nervioso era abrumador. Quiso tomar una pastilla para los nervios, pero optó por no hacerlo. El sueño vendrá a darle el reconfortante descanso para un nuevo día.
 

La redacción

El año de 1969 corría presuroso a su fin, era el mes de octubre. La señora Amalia de Flores se preparaba nerviosamente para unas vacaciones en Europa. Era la primera vez que saldría hacia aquel continente, donde esperaba encontrar muchas sorpresas. El tan ansiado viaje estaba programado para diciembre y constituía un descanso para las labores de dos años al frente del negocio de su esposo. No recuerda el día exacto, pero, una noche de ese mes, la Sra. De Flores entró en su dormitorio muy cansada. El agotamiento nervioso era abrumador. Quiso tomar una pastilla para los nervios, pero optó por no hacerlo. El sueño vendrá a darle el reconfortante descanso para un nuevo día.
 

 

El teléfono la despertó de pronto y, como autómata, contestó. Era su hermana. Según ella algo malo iba a pasarle a Amalia. Después de una pequeña charla, ambas colgaron el auricular y pronto el sueño venció a nuestra protagonista. Seguramente por la impresión y el deseo del futuro viaje, doña Amalia soñó que estaba en Inglaterra.

 

Caminaba por una calle muy espaciosa, con curiosidad de viajera vió hasta el más mínimo detalle de lo que a sus ojos pasaba. Habiendo terminado el rollo de la película (ella tomada fotos) , entró en un almacén pequeño. Pidió al dependiente que le diera el filme y pago con un billete de nuestro país. El hombre del mostrador sonrió y le dijo, por supuesto en inglés que aquel dinero era desconocido para él. Ella se sonrojó y le pidió disculpas. Sacando el dinero correcto, regaló aquel billete al hombre. Todo esto quedó muy bien impregnado en su mente esa noche y no dándole importancia, pensó de nuevo en el día de su esperado viaje a Europa.

El tiempo fue pasando y pronto llegó a encontrarse al pie de la escalinata del avión. El viaje fue bueno, y al fin toco tierras del viejo mundo. Francia, España, Portugal, Italia, Grecia, de nuevo Francia y después Inglaterra. El recuerdo vivido de aquel sueño no la dejaba tranquila. Inconscientemente buscó aquellas calles, pero no las encontraba. En vísperas de su retorno tomo un conche y junto con su prima (la cual acompañaba a doña Amalia), salieron a dar un último paseo por la gran ciudad. Sin saber cómo y a que hora de retornar , de pronto e inesperadamente se vió frente a la calle de sus sueños. La sangre se paralizó en sus venas, sin pensarlos dos veces detuvo el carro. No podía creerlo, allí estaba tal y como lo había soñado, era realmente increíble. Con verdadero pánico caminó por espacio de varios metros y su corazón latió más apresuradamente cuando a su derecha estaba el pequeño comercio de ventas de filmes. Habló a su prima y entraron casi corriendo. Allí estaba la cara conocida, era aquel mismo hombre con el cual había soñado. Casi tartamudeando, pidió un rollo de película, el dependiente sonrió como si aquel encuentro fuera casual. Ella le dio las gracias y se disponía a retirarse, pero la curiosidad se lo impidió. Dando vuelta preguntó aquel hombre: ¿Puede usted decirme usted si mi cara le es familiar?

El hombre del mostrador de nuevo le sonrió y le dijo: Si, Usted, no hace mucho, vino a comprar un rollo de película; la recuerdo bien, pues en mucho tiempo era la primer turista que entraba en mi negocio¨. Doña Amalia casi sintió desfallecer, reponiéndose de la impresión de nuevo le preguntó: ¨¿Fue cuando le dí un billete equivocado y luego se lo obsequié?¨.

El comerciante la miró con aire de extrañeza y contestó: ¨No, pero si recuerdo que le tengo dinero pendiente. Usted, señora, me pagó con un billete alto y no espero el cambio. Como no sabía su dirección, no pude de nuevo retornarle el dinero. Lo siento mucho, pero aquí tiene.¨ Acto seguido puso el dinero en manos de doña Amalia. Nuestra compatriota salió muy confundida. Observó todo cuanto ya había conocido en su sueño y partió hacia el hotel.

 

Ya aquí, en Guatemala, se sintió turbada. Todo aquello era insólito, increíble y fantástico. Ella había conocido Inglaterra a través de un sueño. Todo era exacto incluyendo aquel hombre del negocio de los filmes, ¿Será acaso esta la explicación del caso de Shanti Devi?

Todo parece que si.

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