UNA EXPERIENCIA PERSONAL… EL MÁS ALLÁ, EXISTE.
UNA EXPERIENCIA PERSONAL… EL MÁS ALLÁ, EXISTE.

Especial para Siglo30.com

Este evento sucedió hace varios años. En ese entonces visitaba varios proyectos de desarrollo comunitario en Chiantla.

El 31 de Octubre, previo al día de los Santos, un evento en el que la población rural se encuentra con una apertura especial a los familiares que han fallecido y celebran actividades de convivio con sus seres que dejaron este mundo.

Especial para Siglo30.com

Este evento sucedió hace varios años. En ese entonces visitaba varios proyectos de desarrollo comunitario en Chiantla.

El 31 de Octubre, previo al día de los Santos, un evento en el que la población rural se encuentra con una apertura especial a los familiares que han fallecido y celebran actividades de convivio con sus seres que dejaron este mundo.

Una de ellas es la velada de las ánimas que se lleva a cabo sobre las tumbas o alrededor de éstas, llevando comida, especialmente aquella que se prepara para esa festividad: fiambre y dulce de ayote. Yo no conocía esta actividad y un compañero oriundo de Huehuetenango me lo comentó por la tarde en el sitio de reunión con los campesinos partícipes del proyecto. Después de terminada la reunión de evaluación del proyecto, ya siendo las nueve de la noche, viajamos hacia la cabecera de Huehuetenango, para cenar y luego dirigirnos al cementerio de esa localidad. Cuando llegamos eran pasadas las doce de la noche y pude convivir esa actividad de los familiares con sus difuntos. No me pasó por la cabeza calificarla de tétrica, sino una convivencia amena entre todos los asistentes, pues si bien cada familia estaba alrededor de los sepulcros, éstos entre si, no tienen una separación grande y por lo tanto la convivencia, es decir conversar sobre sus fallecidos, sus recuerdos fue un evento mas allá de lo familiar. Además había presente marimba y mariachi para amenizar con las canciones que a los difuntos les gustaba cantar en vida. La noche era fría y el sereno empezó a empapar mis ropas y al no llevar gorra ni sombrero mi cabeza se humedeció y enfrió rápidamente. Ello me obligó a decirle a mi acompañante que yo regresaría al hotel y antes lo pasaría a dejar a su casa habitación.

El Hotel donde me hospedaba era el que con frecuencia visitaba durante mis visitas a los proyectos, por lo que se había generado una amistad entre la dueña, el dueño y mi persona. Sin embargo, al arribar al hotel el día anterior, es decir el 29 por la tarde, no salió ni la señora, ni su esposo, ni sus hijas. La señora era una mujer bella de alrededor de 35 años, quien seguro tuvo a sus hijas a muy temprana edad, pues ellas estaban rondando los 17 y 20 años de edad. Pregunté por ellas a la persona que habían dejado encargada del hotel y solo me dijo que habían viajado a la capital. A esta persona encargada no la conocía, pues de lo contrario me hubiese comentado el porqué del viaje de la familia.

Como regresé tarde al hotel después de dejar el cementerio, no hubo oportunidad de conversar con el celador, el que somnoliento abrió la puerta para entrar el jeep. Cuando baje, el celador se había ido.

Eran ya aproximadamente las dos de la madrugada, cuando me acosté y me arropé por el frío. Al tratar de apagar la lámpara de la mesa de noche, esta explotó, seguramente por un mal contacto. No me importó porque ya iba a dormir y no necesitaba la luz. No se que tiempo transcurriría y estaba en un estado de vigilia, es decir estaba semidormido, no estaba ni inconciente ni despierto. Recuerdo si que sentí en mi nariz un olor a flores y a aceite para embalsamar. En ese momento creía estar en un velorio, por ese fuerte olor. El olor me hizo buscar una explicación, sin atribuirle esa manifestación a un aparecido o cosa por el estilo, sino que lo atribuí a la gran cantidad de flores que habían no solo en el cementerio sino también en las casas particulares.

Ese estado me permitió escuchar a una persona que con fuerza aplastaba muchas cajas de cartón, una por una, ello me despertó, mas no podía ver la hora al no tener luz. El ruido continuó y lo escuché con plena conciencia. Tan conciente estaba que escuché un reclamo de un extranjero, por el acento de sus palabras, que exigía silencio. El ruido de las cajas golpeadas cesó y se inició un profundo silencio.

Me decidí dormir. No se si estaba en estado de inconsciencia, pero claramente escuché que en el piso inmediato superior a mi habitación, los pasos arrastrados de alguien que camina y el crujir de una cama de metal. Inmediatamente después escuché que alguien dejaba caer una canica desde una altura, quizá de un metro y ésta rebotaba en espacios propios de la curva que describe hasta rodar en el piso.

Esto lo escuché varias veces, pero al final me quedé dormido. Al día siguiente a las seis de la mañana, le reclamé al celador, sobre la razón de porqué permitía tanto ruido, primero el de las cajas de cartón golpeadas para ser destruidas o apachadas y luego la persona que jugaba con una canica en el cuarto arriba de mi habitación. El celador no me respondió sino se dirigió al patio por donde se ingresaba a mi habitación y me mostró la parte superior de mi cuarto. ¡No había segundo piso!

No quise preguntar más pues debía viajar a visitar otros proyectos e iba primero a desayunar a los humildes restaurantes en las calles de Huehuetenango. En el camino a la fonda, me encontré con una amiga huehueteca, que tenía años de no verla. Y entre la plática le dije que me estaba quedando en tal hotel. Ella de inmediato me dijo, ¿y como es que está abierto? Y ella continuó, mirá el esposo de la señora murió hace siete días en un accidente bajando la gran cuesta que lleva a las comunidades del altiplano. Honestamente yo no le comenté nada de lo que había experimentado la noche anterior, porque no había motivo para ello.

El día primero viajé por la tarde de regreso a la capital para pasar una velada con amigos, invitado a cenar los platos típicos de ese período. En la cena habían dos amigos de la persona que me invitó a cenar y me preguntaron si conocía la Guija u Ouija y yo les dije que sabia solo que eso servia para comunicarse con el mas allá.

Ellos me comentaron que servía para muchas cosas más, que para comunicarse con los parientes o amigos fallecidos. Antes de la cena, les había comentado lo que me sucedió la noche del 31 de noviembre. Ellos me dijeron que la Guija podía decirme que o quienes eran los del ruido y porqué.

El proceso de entrar a consultar a la Guija tardó mucho y por ello no lo comentaré todo. La Guija explicó que era el difunto el que se aparecía en el hotel, sobre todo cuando llegaban hombres sin pareja femenina y que deseaba con ello que se largaran del hotel para no reparar en la belleza de su esposa e hijas.

personal2Sin embargo, yo dudé mucho de esta explicación, porque ellos ya conocían lo que me había acontecido y decidí preguntarles si podía preguntarle algo a la Guija pero en silencio, es decir sin articular una sola palabra, sino mentalmente. Su respuesta fue positiva. Pensé entonces en una pregunta para acercarme a un amigo ya fallecido, mas bien asesinado por el ejército y lo hice en idioma alemán, pues ambos sabíamos ese idioma.

Al cabo de hacer la pregunta la respuesta vino, y el apuntador de cada letra que forma cada palabra y oración. Dijo: miren muchá esto no esta bien porque no entiendo nada. Hay muchas letras pero no entiendo la palabra que articulan. Le pedí mostrarme el texto y mas o menos decía: “Si amigo, el mas allá existe, estamos equivocados al pensar que no hay otra vida”

Seudónimo: Camilo García

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