INTOLERANCIA RELIGIOSA
INTOLERANCIA RELIGIOSA
La religión ha sido el consuelo y fortaleza de la mayoría de pueblos de este planeta; pero, asimismo, ha sido causa de grandes males. La razón fundamental es la intolerancia. La tolerancia en la religión se define en términos de que si se autoconcibe o no en exclusivamente verdadera, única y revelada. En otras palabras, se sostiene que toda otra fe es un error, una blasfemia o negación de la genuina deidad.
La religión ha sido el consuelo y fortaleza de la mayoría de pueblos de este planeta; pero, asimismo, ha sido causa de grandes males. La razón fundamental es la intolerancia. La tolerancia en la religión se define en términos de que si se autoconcibe o no en exclusivamente verdadera, única y revelada. En otras palabras, se sostiene que toda otra fe es un error, una blasfemia o negación de la genuina deidad. Sin embargo, como lo veremos a lo largo de esta obra, las paradojas en este sentido surgen inesperadamente y a cada momento. Lo anterior se puede considerar como natural, es decir que toda religión se ve a si misma como la única y verdadera pues de lo contrario estaría poniendo en duda sus dogmas y preceptos. Cabe entonces preguntarse y muy seriamente, si la intolerancia religiosa no caería en lo correcto, lógico y natural. Si deseamos ser sinceros la respuesta es un inevitable sí; no puede haber más Dios y su Mesías, elegido o representante, que no sea el genuino. No puede haber dos deidades que compartan el mismo poder sobre los hombres, a menos que aceptemos, el politeísmo. Aún así en la diversidad de dioses, existen diferencias ¡muchos dioses, para muchos hombres! Surge entonces la intolerancia.

Este difícil problema tiene su origen en la imagen y concepto de ese Dios, que casi ninguno ha visto o ha tenido contacto físico con él. La mayoría de veces es tan solo una referencia, un sentido y un significado transmitido por los elegido. Los maestros, los intermediarios.
Sin embargo, si en vez de divinizar, transformamos la fe de una creencia particular a conceptos generales, quizá las cosas cambiarían.
Así, son normas universales que de hecho todas las religiones sostienen, las siguientes:

> Fe en un creador.
> Respetarlo y seguir sus normas.
> Respeto a la vida.
> Respeto a la familia.
> No cometer actos inmorales.
> Respetar la propiedad y derechos del semejante.
> Respeto a normas jurídicas y legales que propicien la buena convivencia.
> Respetar a toda criatura viviente.

Si cada individuo mantiene su fe en un determinado creador, pero asimismo respeta la creencia de los otros, siendo que éstos cumplen con las mismas normas morales de su religión, la intolerancia no existiría. Si el creyente aceptara la imperfección del hombre y que las demás corrientes tienen su cuota grande o pequeña de verdad, la intolerancia se convertiría en lo contrario, amor al prójimo.

Si la lucha de poder no existiera, tampoco habrían diferencias ni discriminación.
En resumen, si el fanatismo no existiera, un mundo de convivencia agradable y participativa se daría.

Surge entonces la intolerancia por vía del fundamentalismo, lo cual lleva al hombre a interpretar rígidamente la Escritura. Aquí no hay posibilidad de escape, a no ser, pensar en la flexibilidad de interpretar. Dentro de las religiones actuales, sin duda alguna, no existe una sola que incite al odio o a la destrucción. Al contrario, toda escritura sagrada tiene implicaciones de amor. Es aquí donde el fundamentalismo juega papel importante en la formación de las sectas. Ya no es la religión fundamental, sino una derivación de ella.

La intolerancia se da también debido a los enfoques propios de cada época, a los distintos momentos históricos sociales que vive el hombre, muchos de ellos plagados de ignorancia y deseo de poder.
La verdad se mueve entonces entre el totalitarismo o el relativismo. La tolerancia no debería ser en las religiones sólo hacia dentro, sino también hacia fuera.
No obstante, la historia nos marca que esto es difícil, aunque ciertamente han existido épocas de extrema libertad en este sentido. A raíz del surgimiento de los llamados Derechos Humanos, es propuesta en muchos estados y países la libertad de cultos, amparado este mandato por las propias constituciones y el estado de derecho.
Si analizamos el sentido de cada una de las religiones mayoritarias que profesan los hombres, encontramos con sorpresas que hay más puntos de coincidencia que de divergencia. Este volumen es un análisis de la intolerancia la cual, como el lector se dará cuenta, es mucho más dañina que la propia condición de ser libre pensador.

Afortunadamente existen serios movimientos entre religiones fundamentales o religiones madres, para unir criterios y encausar al hombre por un verdadero sendero de amor y comprensión.
Se cumple la parte positiva: el fin justifica los medios.

Deja una respuesta